miércoles, 9 de enero de 2013

La gente como yo

Dicen que los sueños deben ser perseguidos para alcanzarlos. Que las cosas que deseas no vienen a tus manos de la forma más fácil que existe. Que el esfuerzo es la clave del éxito. Que todos debemos estudiar, formarnos para tener un buen futuro.
 En esa última frase, es donde la gente como yo discrepa.
 ¿Que clase de futuro se gana estudiando? ¿Hacer una buena carrera? ¿Para qué? ¿Para ganar dinero que gastarás en tu boda, el bautizo de tus hijos, regalos de aniversario cada año...?
 ¿Un futuro planeado, típico, normal? ¿Es eso lo que se supone que debemos desear?
 La gente como yo es escasa, si fuéramos muchos nuestra naturaleza cambiaría. La gente como yo no se prepara ni se forma para un futuro como el antes descrito. La gente como yo sueña con viajar, con ver mundo, da igual de que manera. No todo tienen que se viajes en hoteles de cinco estrellas.
 La gente como yo sueña con recorrer América haciendo autostop y durmiendo bajo las estrellas. La gente como yo sueña con trabajar como camarera en Londres y caminar por sus calles llenas de vida, hasta llegar a su pequeña buhardilla. La gente como yo sueña con visitar todas las cafeterías parisinas, dejando a un lado los atrayentes monumentos. Lo típico.
 La gente como yo no sigue modas. La gente como yo ni es hipster, ni mainstream, ni moderno, ni skater. Son ellos mismos. No necesitan reconfortarse en su parecido con otras personas para sentirse bien.
 La gente como yo son escasas, eso está claro. Pero, ¿no es eso lo que nos hace más especiales?

lunes, 7 de enero de 2013


Londres, 1 de Enero de 2013
Stella había estado caminando todo el día por la ciudad. Como hacía normalmente durante el día, mientras no podía comenzar a trabajar. El atardecer estaba comenzando a caer, y a ella no le gustaba moverse mucho por calles oscuras desde que a su compañera Lana le rajaran la garganta. A decir verdad, le habían hecho un favor, Compartían esquina, era una competidora. Pero no quería sufrir su misma suerte.
 Entró en una cafetería, prácticamente vacía. El camarero la miró de arriba abajo; botas de caña alta, medias de rejilla, minifalda, top ajustado, americana grande y ancha, maquillaje corrido, moño deshecho. Era prácticamente como si llevase un cartel diciendo: Me voy a ir sin pagarte.
 Se acercó, sin intentar disimular lo molesto que le resultaba que la chica hubiese entrado en su bar.
 -¿Desea algo?- preguntó, impaciente.
 -Una botella de agua estará bien.- Contestó Stella. El camarero no estaba desencaminado; no pensaba pagarla.
 Stella observó la cafetería más cuidadosamente; tenía aspecto de no haber sido reformada en décadas, con sillas antiguas que chirriaban bajo el peso. Dos o tres ancianos dispersados por todo el local ocupaban las mesas. No tendría que correr mucho esa vez para irse.
 De pronto, una melodía llegó hasta sus oídos. Una melodía que había escuchado por primera vez un día de verano, que le había abierto una herida en el corazón que seguía sangrante desde aquel entonces. Una melodía que causaba furor entre el público, pero que a ella le hacía saltar las lágrimas.
 Miró hacia la pantalla del viejo televisor, y allí lo vio: Pelirrojo, ojos azules, pálido y con pecas cubriendo su rostro. Sudadera verde, vaqueros gastados. Como la vez que lo conoció.
 Stella lo recordaba perfectamente. Un día de primavera. Ella estaba sentada en un soportal, un fajo de revistas en la mano y las lágrimas corriendo por su rostro y estropeándole el maquillaje del día anterior. La gente pasaba por delante de ella; ninguno se giraba a ayudarla, algunos se atrevían a observarla por el rabillo del ojo. A Stella le daba igual.
 -Señorita… ¿está usted bien?- escuchó, de pronto, a su derecha. Se giró. Un chico, el mismo que estaba observando ahora mismo en el televisor, le miraba, con ojos preocupados.
 Se lo contó todo. Pasaron la noche hablando sobre ella, su vida, sus problemas, su infancia, sus errores… Todo. No se dejó nada. Y él la escuchó. Le hizo creer que la entendía.
 .Volveré, Stella.- le había dicho, con una sonrisa.- Lo prometo.
 Y ella le creyó.
 Y le esperó. A la noche siguiente, y la siguiente, y la siguiente… Se sentaba en el mismo soportal, aguardando, paciente, a que viniese a por ella. A que la salvase.
 Y luego llegó la canción.
 Sólo fue en ese momento, tres meses después, cuando se dio cuenta de que la había estado engañando.
 -Con todos ustedes… ¡Ed Sheeran, el cantautor del momento!- exclamó el presentador una vez el chico terminó su canción.
 Esa canción.
 Esa canción, encerraba toda la vida de Stella, todos sus secretos. Para muchos podía significar una preciosa composición, pero para Stella era su vida.
 Lloró, de rabia. Estaba enfurecida. Humillada.
 Pero, a pesar de eso, ella seguía esperando.
 Ese día, y siempre.

domingo, 7 de octubre de 2012

15 Cosas que quiero hacer...

...antes de irme, hacia donde quiera que vayan los muertos.

 1. Publicar un escrito mío. (Aunque sea en un recopilatorio de las cien mierdas más mierdas que existen, y que esté justo al lado de la "biografía no autorizada" de Justin Bieber)

 2. Tirarme con paracaídas.

 3. Decirle ALGO, LO QUE SEA, a mi amado Naranjito.

 4. Besar a un repartidor de Telepizza (Pizzamovil me vale igual) y dejarlo petrificado.

 5. Irme de viaje con mis amigas Christie, Vania y company a una ciudad del mundo, me da igual cual sea (Londres no, que Christie dice que los londinenses son feos)

 6. Teñirme de pelirroja

 7. Ir a la graduación de mi instituto de pelirroja.

 8. Ir a la graduación CON Naranjito.

 9. Irme a la casa de mi amada J.K.Rowling y pedirle explicaciones sobre la muerte de Hedwig.

10. Bailar la macarena con Liam Payne, Niall Horan y Zayn Malik.

11. Conocer a Katy Perry y preguntarle dónde se tiñe el pelo.

12. Aprenderme los diálogos de la última película de Harry Potter.

13. Regalar chuches a los niños por Navidad, vestida de Papá Noel.

14. Participar en una obra de teatro (de decorado no vale, TENGO QUE HABLAR)

15. Hacer un repaso de mi vida a los 55 y ver que esta lista está completa.

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 Abres los ojos. Al principio, la luz te deslumbra; regañas los ojos hasta acostumbrarte. Cuando los vuelves a abrir de todo, descubres que estás en un gran, enorme escenario. Ante ti, millones de personas te miran, expectantes. Algunas gritan, otras lanzan luz con el móvil, otras simplemente te miran esperando algo. Bajas la mirada. Llevas un espectacular vestido, que ni siquiera habrías podido imaginar en tus mejores sueños; estás resplandeciente, brillas. Ahora miras hacia la derecha; un chico, el más guapo que has visto en tu vida, está allí, sonriéndote como nadie te había sonreído antes. Se acerca a tí, te besa en la frente y te susurra: ¡Adelante! Ya sabes lo que tienes que hacer. Subes tu mano derecha, donde llevas el micrófono, y cantas. Cantas como nunca lo habías hecho antes. Tu voz suena clara, suave pero fuerte. Se expande por el escenario. El público empieza a gritar, pero tu no paras. Sigues cantando. Cierras los ojos; te dejas llevar por el momento. Oyes como el chico se une a ti, siempre dejando que tu destaques. Cantas y cantas, descubriendo que no te cuesta llegar a los agudos, que no te duele el estómago después de llevar mucho tiempo, que el público se emociona al oír tu voz. Tú solo cantas. La canción acaba, tu bajas el micrófono lentamente, el público se va acallando hasta enmudecer del todo.

 Abres los ojos.

El sueño se acaba.

Ya no eres nada.

miércoles, 11 de abril de 2012

La chica francesa

Ella es seductora, elegante; ella es francesa. Su corto cabello castaño cambia de peinado constantemente; a ella no le gusta repetir. Sus ojos verdes practicamente no van maquillados, no lo necesitan. Le gustan las plumas en colgantes y pendientes, incluso tiene un vestido con la falda hecha de plumas. Frecuenta pequeñas boutiques y tiendas vintage en su ciudad natal, París. Todos los veranos viaja hasta un pequeño pueblecito, donde tiene una cabaña al lado de un bosque por donde pasea toda las mañanas. Ella sabe vestirse para cada ocasión; suele llevar vaqueros, pero le encantan los vestidos. No es envidiosa ni fanfarrona, ni muy quisquillosa; ella es natural, libre y amable. Ella es francesa.